“No tengo miedo de la oscuridad. Tengo miedo de la soledad sin luz.” -Anónimo
Encontró a su familia en casa –
pero lo siguieron al desierto.
El anciano que habla con fantasmas
Prameela Kottapalli
Lo verás en el porche,
botella a su lado, cigarrillo en mano.
Pilares de humo, de fantasmas-
pero esos son espectros que ves.
Los vecinos hablan, como siempre hablan–
sobre el anciano aislado con botella vacía
y la lengua de niebla:
bebió, bebió
¿hasta que su familia se ahogó?
fumó, fumó
hasta que sus pulmones gritaban pidiendo aire.
No se acordaba de su esposa, su niño,
pero recuerda una cierta familia, una en la que
encontró el calor de la vida,
que perdió en el frío de la noche.
Las cenas familiares se comían en bolsas.
Y los viajes familiares pasaban sin luz,
Pero lloraron lo mismo y marcaron lo mismo,
y él sabía que tenían su sangre.
Algunas noches, cuando no podía dormir,
su familia le cantaba una canción de cuna;
escuchaba el canto de su aliento a coro:
Respira. Espira.
Alinea el latido de su llanto con ritmo,
hasta que el dolor del día se disipa.
Encontró a su familia en el desierto
Y dejaron sus cuerpos en la arena-
pero lo habían seguido a casa.
Cada noche, cuando no puede dormir,
él espera la canción de cuna. Nunca viene.
Solo puede oír un sonido–
el sollozo de ánimas olvidadas.
La noche siguiente, regresa a su lugar
en el porche, bajo la bandera, blanda y gris,
y mira al mundo con la botella al lado,
al niñito agarrando la falda de la madre,
a los gemelos dividiendo los dulces del heladero,
a la pareja iluminada con los rayos de luz–
él sabe que todos evitan los ojos del viejo
con la botella vacía,
y la lengua de niebla,
Y sonríe al pensar en lo que dirán
si descubren que el anciano habla con fantasmas.