Durante el verano pasado, yo era una de las dos coordinadoras del programa “Leer, Escribir y Descubrir.” Mi programa era en la Biblioteca Latinoamericana Branch Library de San José. Como coordinadora, yo conecté a estudiantes de la escuela secundaria con estudiantes de la escuela primaria. Muchas veces, los estudiantes de primaria de nuestro programa no tienen la oportunidad de tener una buena educación en inglés porque su escuela no tiene los recursos para hacerlo o porque sus padres no saben hablar inglés. Nuestros tutores de la escuela secundaria ayudan a cerrar la brecha en su aprendizaje.
Cada sábado de 10 a 12 de la mañana, los estudiantes se reunían con sus tutores y yo manejaba las clases. Mi trabajo incluía la interacción con toda la gente del programa. Específicamente, yo hablaba mucho con los padres de los niños.
En general, esta sección del programa necesita una persona que pueda traducir las palabras del coordinador a los padres porque la mayoría de ellos son hispanohablantes. Esta vez, como coordinadora que está aprendiendo y ama la lengua española, yo podía hablar con los padres en su lengua nativa.
Yo hice un esfuerzo para hablar con los padres en español muchas veces y nunca voy a olvidar las expresiones de sus caras cuando yo lo hice por primera vez.
La madre de uno de los estudiantes estaba preocupada por algo relacionado con libros de la biblioteca y estuve hablando con su hija en español. Yo empecé a hablar y la ayudé. Otro padre me miró con sorpresa y la palabra “guau” escapó de su boca.
Yo no pude dejar de sonreír.
Otro día, otro padre empezó a hablar conmigo en español y me dijo, “Hay una persona que le gusta tu programa y quiere que su hija pueda ser parte de él. ¿Puedes hablar con él?”
“Claro que sí,” dije yo. Estaba muy emocionada de hablar con él porque es un cumplido muy grande por mi parte como coordinadora tener una familia que quiere apuntarse después de ver el éxito del programa.
Yo saludé a la persona en español. Era el abuelo de una chica que estaba sentada cerca.
Después de oír que yo sabía hablar en español, me dio la mano como un gesto que indicaba la gratitud y empezó a hablar.
Estos dos encuentros siempre estarán presentes en mi memoria. Como una persona que no parece hablante de español, me da mucha felicidad que yo pueda sorprender a personas con mi habilidad de ayudalos. Los gestos como el del señor me muestra que las personas realmente aprecian mi respeto por la lengua.
Mi amor por la lengua española sigue creciendo cada año a medida que yo aprovecho cada oportunidad para ayudar a las personas con mi habilidad y me sumerjo en la cultura hispano-hablante.
Como puedes imaginar, esta experiencia fue tan gratificante que volveré a repetirla el próximo verano.