“Sobre la muerte del autor” se trata de la historia de un nativo americano de California llamado Ishi, la última persona de la tribu Yahi. Pero lo que me interesa sobre el cuento es cómo su autor, Álvaro Enrigue, aborda el enigma de la interpretación literal, a través de una historia en la que trata ademá un tema más amplio de lo que su protagonista Ishi personifica, nuestro entendimiento de lo metafórico y lo literal.
El cuento “Sobre la muerte del autor” no es un relato en el estilo tradicional. No cuenta la historia ficticia de ningún personaje o grupo de personajes. En lugar de eso, explora los peligros de demasiado literalismo en una mezcla de alusión a un ensayo de Roland Barthes, titulado similarmente “Muerte del autor” y de sus propias reflexiones sobre el literalismo.
Primero, el título del cuento alude a este ensayo de Roland Barthes que defiende que una obra no debe ser juzgada por la intención o las creencias del autor, sino por la interpretación y la opinión del lector.
Cerca del principio del texto, el autor escribe,
Al relatar una acción, para objetivos intransitivos, y ya no para tomar decisiones directamente sobre la realidad — es decir, con un fin exterior a cualquier función a excepción del solo ejercicio del símbolo — esta disyunción occure, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte y la escritura empieza. (Barthes)
Enrigue, en sus primeras tentativas de escribir el cuento de Ishi, trata de connectar a Ishi con el mundo real de una manera insincera. Sus primeros borradores eran:
Lo literal[es] a morir con todos sus significados expuestos, o no todos, pero sí los que menos me interesaban: lo que me seduce de Ishi no es su condición trágica y la nitidez con que refleja que América es la exitosa utopía de un grupo de criminales, sino la soledad inaudita del que se sabe al final de algo que ya no tiene remedio. (Enrigue)
Es decir, la magia del cuento, para Enrigue, no era lo que pasó en la vida de Ishi, o en la serie de acontecimientos que le pasaron, lógicamente y como se esperaba, en el mundo real. En vez de la situación de los Estados Unidos, le interesaba más a Enrigue la experiencia humana de la última persona de algo, un objetivo intransitivo que trata de la experiencia universal y no de Enrigue y su perspectiva de los Estados Unidos.
El cuento de Ishi contado por Enrigue es notable porque el autor no critica la sociedad y porque no da mucha explicación en el cuento. El relato es notable también por su discrepancia con otras fuentes en la red, pero en este ensayo eso no importa tanto. Enrigue describe la captura de Ishi en Oroville, California, su vida en el Museo Antropológico, y su muerte unos años después por neumonía. Estas cosas están todas perfectas, pero Enrigue no da mucho comentario sobre Ishi. Escribe que la historia de Ishi era “incontable” y muy verídica, como una descripción en un museo. Enrigue trató de capturar la esencia de la historia de Ishi en muchas formas de narrativa, pero no pudo. En este cuento, los acontecimientos pasados de Ishi definen también el relato, y Enrigue no puede elaborar mucho sin parecer falso o mentir sobre el pasado. No creo que hubiera podido escribir el cuento de Ishi tan bien como hubiera querido, pero sí creo que él consiguió explicar la belleza en el sentido de la pérdida que definió a Ishi.
Enrigue se preocupa más por el concepto de literalismo. Cuenta dos experiencias con literalismo de su propia vida. La primera, su observación de una mujer pelirroja con una camiseta en la que se lee la palabra “pelirroja”, y la segunda, una calle que se llama Bajo los tilos porque está debajo de unos tilos. Las dos, escribe Enrigue, eran inquietantes porque eran demasiado literales. Recuerda Enrigue, “Nací en una ciudad, la de México, en la que hay un bosque tupidísimo y sin fauna que se llama ‘Desierto de los leones’, de modo que la imaginación adánica teutona, tan sin chiste, me dio escalofríos” (Enrigue). Es mejor crear significados e imaginar, que aceptar el mundo tan fríamente. En otras palabras, si no tratamos de descubrir significado en la vida o creer en el misterio de la vida, perdemos la magia de la vida. Enrigue da ejemplos de esta idea:
Si a un niño lo muerde un perro y le da rabia, el espejismo de la causa y efecto universales se mantiene; hay un orden y por tanto categorías. Si, en cambio, se convierte en perro, el mundo es incontrolable, como nuestros afectos, nuestra incapacidad para vivir de acuerdo con nuestros propios estándares, nuestras desgracias inmerecidas, que son casi todas … para hacer literatura o cine, son mejores las historias de amor que fracasan: hay todo para que a conduzca a b y de ahí a los hijitos, pero algo se jode sin que nadie sepa bien qué fue lo que pasó y a conduce a los precipicios de la w y a la s curva del suicidio. (Enrigue)
Hay un orden en el mundo real que conforta porque tiene lógica. Son exactamente como parecen: son literales. Pero la manera más profunda de vivir es descubrir una y otra vez lo imposible e ilógico entre la lógica del mundo real. Aunque no entiendo muy bien por qué lo de Ishi afectó tanto a Enrigue, he pensado mucho en la magia que ocurre entre lo real y lo imposible.
Fuentes:
Barthes, Roland. The Death Of The Author. 2019, https://writing.upenn.edu/~taransky/Barthes.pdf. Accessed 22 Nov 2019.
Enrigue, Álvaro. “Sobre La Muerte Del Autor”. Letras Libres, 2005, https://www.letraslibres.com/mexico-espana/sobre-la-muerte-del-autor. Accessed 22 Nov 2019.
Jiang, Jessica. Pelirroja. 2019. Digital.