Este verano pasado, yo participé en un programa de viajar y enseñar inglés para trabajo voluntario. Yo fui a Luang Prabang, Laos, donde aprendimos el básico de la pedogogía de Enseñar Inglés Como Segundo Idioma. Casi cada aspecto del programa de enseñar era diferente de la educación que he recibido en la escuela estadounidense. No había exámenes; por la mayoría del tiempo, solo enseñaban con juegos y discusiones con la ayuda de un traductor electrónico.
Después del entrenamiento sobre la barrera idiomática, uno de los directores me preguntó si yo querría empezar una clase de español. Me dijo que había dos estudiantes que querrían aprender el idioma. El desafío era que no tenían recursos o actividades preparadas como lo tenían para enseñar inglés.
A pesar de esto, acepté de inmediato. Mi instinto era imitar las clases de mi escuela primaria donde se practicaban las palabras básicas. Dudaba que en tres semanas, podríamos enseñar español de otra manera. Así, planeé la primera lección sobre los colores y los números. Y el primer día de las clases, entraron dos estudiantes amables del pueblo local: Saeng y Lou.
Era sorprendida a descubrir que ellos habían aprendido palabras arbitrarias de español con su curiosidad insaciable. Con la actitud amistosa que comparte toda la gente lao, habían tratado de hablar con numerosas turistas hispanohablantes. En solo el primer cuarto de la hora, se habían convertido en expertos de los colores y los números y así se hizo humo mis planes para el resto de la clase. Tenía que improvisar.
Pregunté a ambos estudiantes en inglés qué era lo que querían aprender, y aprendí que ellos querían un nivel de español que les permitieran ser guías para las turistas hispanohablantes que visitan Laos con frecuencia. El turismo es la industria de más rápido crecimiento en Laos, y los dos querían aprender español para ganar más dinero – dinero para pagar por la universidad. Descubrí que había mucha discriminacion en el sistema de educación Lao, que requiere que algunas etnias minorías pagan más para la escuela. Me di cuenta de que estos estudiantes no necesitaban saber los colores ni los números en español – necesitaban herramientas para comunicar.
Así decidí enseñar los saludos, las direcciones, los lugares principales de una ciudad, y la gramática básica para que pudieran formar sus propias frases.
En contraste con las clases a que yo les enseñaba inglés, pasamos más tiempo entendiendo la gramática del español. Empujé a mis dos estudiantes a identificar las semejanzas y las diferencias entre español, inglés, y lao. Lo que descubrieron era algo que yo nunca habría podido identificar sola – la estructura del español era casi igual a la de lao. Había semejanzas entre la posición en la frase de los verbos, los sustantivos, y los adjetivos.
Un ejemplo:
En inglés, la estructura de una frase sigue un orden estricto: sujeto, verbo, objeto. Pero en español y lao, no importa tanto el orden.
Inglés: red house
Español: casa roja
Lao: heuon siaedng: ເຮືອນສີແດງ
(la frase arriba traduce a “house red” en inglés)
Teníamos mucha libertad en las actividades que hicimos: escuchamos música latina, escribimos cuentos cortos, y fuimos a lugares populares donde podíamos hablar con turistas. La pasión y la curiosidad que vi en ambos estudiantes reflejaban una característica especial de sus motivos de aprender. Persistieron con su meta de comunicar, sin las notas o un currículum preestablecido; practicaban cada día después de las clases con turistas en la calle. Fue súper divertida crear un currículo para estos dos estudiantes que siempre estaban listo a practicar el lengua sin miedo de fracasar.
Aprendí de ellos no sólo las semejanzas entre los dos idiomas de lao y español, pero también las otras maneras de aprender en una clase. Por eso, se lo agradezco.