La película argentina El ciudadano ilustre, dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn, protagoniza a Oscar Martínez como el escritor famoso Daniel Mantovani. Martínez expresa sutilmente los matices del Mantovani, demostrando su complejidad del personaje y estado mental conflictivo. Mantovani es pintado como atormentado por su incapacidad de igualar sus obras anteriores y caracterizado por una perspectiva cínica (casi nihilista) de la vida. A pesar de ser el ganador del Premio Nobel en Literatura, no ha escrito en cinco años por una falta de inspiración. Después de su aceptación del premio, recibe muchas invitaciones a diferentes eventos y premios, pero las rechaza todos excepto una invitación para volver a Salas, su ciudad natal en el campo, para recibir el premio del “Ciudadano Distinguido.” Mantovani está muy indeciso al principio; ahora vive en Europa y no ha vuelto en cuarenta años, y piensa que dejó atrás su vida allá. Pero, al final, se da cuenta de que Salas es la fuente de inspiración para todas sus obras, y espera que su vuelta le dé la inspiración que ha buscado con tanta desesperación.
Mantovani llega a Salas como un hombre hastiado; en una conversación con su conductor, no puede relatar un cuento original por una falta lamentable de creatividad. Su mente es inflexible. Por su incapacidad de adaptarse a las costumbres locales, a lo largo de la película, Mantovani afronta la mentalidad provincial de Salas con su propias perspectivas cosmopolitas. A pesar de todo, el pueblo inicialmente trata a Mantovani como un rey. Para reintroducirlo al pueblo, el alcalde organiza un desfile con un carro de bomberos. Sin embargo, Mantovani rápidamente se vuelve desilusionado con el pueblo.
Sus ideales no encajan con los de la gente de Salas; Mantovani piensa que las habitantes son de mente cerrada, mientras ellos creen que Mantovani es un vendido que ha olvidado sus raíces. Durante una de sus conferencias, un grupo de hombres entra y lo acusa de retratar a la gente de Salas negativamente en sus libros. Al día siguiente, en una competición de arte para la que Mantovani servía de juez, las habitantes notan que él no seleccionó ninguna de las obras de artistas locales. Mantovani responde francamente que no le parece de buena calidad el arte local y, como resultado, es atacado por los artistas. Cuando el alcalde sugiere que seleccione obras locales a pesar de la calidad, se enoja y decide no asistir al evento. La película nos muestra cómo los ideales de Mantovani y los de la gente de Salas no se alinean; las paredes peladas, los coches antiguos, y los lagos secos que les parecen tan encantadores a los habitantes son señales del declive a Mantovani. Pero, Mantovani tampoco es un modelo de la virtud, y su cinismo afecta negativamente su comportamiento e interacciones con otros. No muestra empatía básica por otros, contribuyendo a la impresión que él es egocéntrico y engreído; por ejemplo, cuando un padre le pide a Mantovani que compre una nueva silla de ruedas para su niño discapacitado, Mantovani lo rechaza y lo acusa de extorsión.
Sin embargo, podemos ver una transformación clara en el comportamiento y carácter de Mantovani. A pesar (o posiblemente como resultado) de todos los retos que enfrenta, desarrolla una perspectiva más optimista de la vida. Durante una conferencia, contradice un artículo que publicó unos años antes en que discute que la creatividad viene del sufrimiento. También manda la silla de ruedas al niño discapacito cuando vuelve a Europa. Sin embargo, no puede dejar su cinismo y manierismos bruscos que lo caracterizan, y por eso sale de Salas en desacuerdo con los habitantes. La película deja a los espectadores decidir si las perspectivas de Mantovani estuvieron justificadas. Es sátira, pero no está claro a quién la película está satirizando: los habitantes despistados del pueblo o el escritor elitista y deprimido.
En mi opinión, esta película hace un buen trabajo de explorar los varios conflictos entre Mantovani, ahora un hombre más “sofisticado,” y la gente supuestamente primitiva de su ciudad natal. La película toma su tiempo en establecer el fondo del pueblo, pero hacia el final, los espectadores son cautivos de una cascada de eventos creciente en paso. A la resolución, los espectadores tienen que llegar a sus propias conclusiones; la película está totalmente abierta a la interpretación. Yo recomiendo encarecidamente esta película como un comentario social brillante que motiva reflejo e introspección en los espectadores.
Fuentes:
El ciudadano ilustre. Dirigido por Gastón Duprat y Mariano Cohn, 2016.